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Potosí, Bolivia: Tesoro Colonial, Historia Minera y Turismo Ético en el Cerro Rico
Explora la opulenta Potosí: su historia colonial, las minas del Cerro Rico y la ética del turismo consciente. Un viaje profundo.

En su apogeo durante los siglos XVI y XVII, Potosí, Bolivia, se erigió como una de las ciudades más opulentas del planeta. Su población superaba la de muchas capitales imperiales europeas, llegando a ser diez veces más grande que Boston en los albores de las colonias británicas en Norteamérica. Los recién llegados, impulsados por la ambición, fijaron su mirada en el Cerro Rico, la imponente montaña que domina el horizonte de Potosí.
Antiguamente, arroyos de plata recorrían la superficie del Cerro Rico como una intrincada red de venas, revelando una inmensa e insondable riqueza. Miles de túneles de minería fueron perforados en su peñasco de color rojizo, mientras buscadores de tesoros saqueaban sus profundidades en busca de una parte de su exorbitante fortuna. En su época de mayor esplendor, se decía que el Cerro Rico proveía el 60% de toda la plata mundial, y que sus entrañas podrían haber construido un puente de plata maciza desde Bolivia hasta Madrid. El ostentoso escudo colonial de la ciudad proclamaba: “Soy Potosí, el rico, tesoro del mundo, rey de los montes, envidia de los reyes.”
Los colonizadores españoles erigieron 36 espléndidas iglesias en esta vertiginosa ciudad. Junto a las que alguna vez fueron grandiosas casas y amplias plazas, estas estructuras son todo lo que queda del pasado suntuoso de Potosí. Los viajeros que visitan la ciudad boliviana hoy en día encontrarán una urbe desprovista, devastada por la avaricia de sus predecesores coloniales. Es una de las regiones más empobrecidas en el segundo país con mayor índice de pobreza de Sudamérica.
Otro aspecto que los turistas descubrirán son las empresas de viajes que ofrecen tours a las profundidades de las minas. Estas excursiones incluyen actividades como lanzar dinamita en un sitio que devoró alrededor de 8 millones de almas — africanos esclavizados y trabajadores forzados indígenas bolivianos. Además, permiten visitar a los mineros que aún hoy sufren en condiciones deplorables, resignados a extraer los últimos vestigios de “la montaña que come hombres”. Es un lugar sobrecogedor que a los turistas les encanta visitar, pero, ¿deberían hacerlo?
Potosí: El Laberinto del Cerro Rico y la Moralidad del Turismo Minero
Adentrándose en las entrañas del Cerro Rico, los tours llevan a los viajeros a los socavones mineros que quedaron como legado de la época imperial de Bolivia. A pesar de que Bolivia alberga algunos de los paisajes más impresionantes del mundo y atracciones como la vertiginosa Carretera de la Muerte, un imán para los amantes de la adrenalina, muchos viajeros aún se embarcan en esta macabra excursión en Potosí.
Considerada la atracción turística más popular de la ciudad, esta modalidad de “turismo oscuro” conduce a las profundidades de las minas de Potosí. Tras colocarse cascos con lámparas frontales y firmar una exención de responsabilidad sobre el riesgo de ser atrapado por desprendimientos de rocas, los grupos descienden a los túneles completamente oscuros. Se abren paso a duras penas por los estrechos pozos y tosen el polvo flotante, mientras los mineros siguen extrayendo los depósitos de estaño, zinc y plomo que aún persisten en el Cerro Rico.
Entre los momentos más destacados de estos tours se incluye la visita al altar de El Tío, la deidad folclórica del inframundo de Potosí. Aquí, los mineros rinden homenaje a esta figura demoníaca, distinguida por sus cuernos y características caprinas, considerado el único ídolo que puede otorgar salvación diaria en un lugar que parece haber sido abandonado por los dioses. Los visitantes pueden dejar ofrendas de alcohol de alta graduación y paquetes de cigarrillos, antes de encender cartuchos de dinamita, cuyas explosiones se presentan como una “divertida” actividad adicional.
Aunque el tour pueda parecer entretenido para algunos, las consideraciones éticas son profundamente turbias. La esperanza de vida de los mineros que se encuentran en el interior es de apenas 40 años, su salud irreparablemente afectada por el polvo tóxico. Ganan aproximadamente 150 BOB, o 22 USD, al día. Realizar un viaje de un día voyeurista a sus atroces lugares de trabajo puede dejar a los viajeros con una sensación de inquietud. Esto se agrava por el hecho de que la dinamita que se detona a menudo explota sobre fosas comunes, donde yacen los cuerpos de innumerables víctimas de la explotación colonial. Es, sin duda, una experiencia educativa, pero muchos visitantes la perciben como una profunda falta de respeto hacia el sufrido pueblo de Potosí.
Alternativas al Turismo Minero en Potosí: Una Exploración Ética y Cultural
En Bolivia, las ruinas de imperios pasados no se manifiestan en columnas grecorromanas desmoronadas o pirámides misteriosas que rivalicen con las del antiguo Egipto. Su legado imperial reside, en gran medida, en la cima parcialmente colapsada de su emblemática montaña. Sin embargo, los saqueadores de plata que causaron la ruina del Cerro Rico también dejaron su huella en la ciudad misma. Al visitar las atracciones que perduran, puedes aprender sobre esta turbulenta historia sin necesidad de introducirte en un socavón subterráneo.
Sumérgete en la que alguna vez fue una ciudad esplendorosa visitando la Plaza 10 de Noviembre, una vasta explanada rodeada de magnífica arquitectura colonial. Antaño un popular escenario para corridas de toros, la plaza ahora alberga vendedores de bocadillos tradicionales y celebra anualmente las festividades de Carnaval. La fachada neoclásica de la Catedral principal de la ciudad domina el bullicio de la plaza; puedes subir a su imponente campanario para disfrutar de vistas panorámicas sobre la ciudad, o explorar sus suntuosos interiores que han permanecido en este lugar desde el siglo XVI.
Continúa tu recorrido con una visita a otra de las estructuras más famosas de la plaza: la Casa Real de la Moneda. Esta fortificada antigua casa de acuñación real abarca una cuadra entera de la ciudad, una poderosa institución que alguna vez fue responsable de la creación de la primera moneda internacional del mundo: la moneda de Potosí. Hoy en día, funciona como un museo. Recorre sus históricos salones para admirar las monedas y la maquinaria utilizada en el apogeo de la ciudad, así como evocadoras obras de arte boliviano.
Mientras estés en la ciudad, no dejes de probar una delicadeza regional. La escena culinaria de Potosí es famosa por su sopa k’alapurka, un caldo picante de maíz y carne que se sirve con una roca volcánica. Colocada directamente en el tazón, esta excéntrica adición hace que la sopa emita un vapor que evoca las maravillas geológicas de Bolivia.
En conclusión, Potosí es una ciudad de contrastes profundos, donde la opulencia de un pasado imperial convive con las cicatrices de la explotación. Aunque las minas representan una parte innegable de su historia, el viajero consciente tiene la oportunidad de explorar su legado cultural, arquitectónico y culinario de una manera que respete a sus habitantes y el doloroso recuerdo de su sacrificio. Optar por un turismo ético no solo enriquece la experiencia personal, sino que también honra la resiliencia y el espíritu de un pueblo que sigue adelante.